El vino tinto es el resultado de la fermentación de uvas negras con hollejos y semillas. Dependiendo de su graduación alcohólica, el tinto será fuerte, aterciopelado, suave o ligero.
CHAMPÁN Y CAVA
La única verdad inalienable es que los tintos de gran calidad tienen más cuerpo que los blancos. El Vega Sicilia de 1960, procedente de la región española de Ribera del Duero, constituye tradicionalmente uno de los tintos de mayor calidad del país, pero botellas de las mejores añadas del champán Dom Perignon, o Moet-Chandon, decoran las mesas de multimillonarios de todo el mundo. Sin irse tan alto hay blancos de las regiones españolas de Cataluña y Galicia, de regiones francesas como Borgoña o Provenza, de Suráfrica o California de una calidad difícil de superar. El aire de ligereza que se confiere tradicionalmente a los blancos no les impide desmerecer en calidad frente a la fama de los tintos. Cada vino se corresponde con una forma de entender la vida, con una degustación acorde con un determinado momento del día, o como un complemento a los manjares de la mesa. El maridaje entre carnes y tintos, y pescados o frutos del mar con blancos es una de las creencias más extendidas, pero los gustos no se pueden aplicar a rajatabla y la gente combina los caldos con los alimentos de acuerdo con la circunstancia, el momento y, por supuesto, la billetera.
Aunque la variedad es casi infinita, en su libro “Todos los vinos del mundo” (Ed. Planeta, 1995), el enólogo Juan Muñoz Ramos y el periodista especializado Jesús Avila Granados distinguen, aparte del blanco y el tinto, más de una docena de tipos de vino: de mesa, rosado, de aguja, amistelado, aromatizado, clarete, enverado, espumoso, gasificado, generoso, licoroso, petillant, etc.
Todo ello obedece a que, como no hay dos cepas iguales, los vinos pueden resultar parecidos pero no exactamente idénticos. Hay bodegas que consiguen homogeneizar sus caldos a base de una elaboración muy cuidada y de un tratamiento exquisito mientras el líquido elemento permanece madurando en las cubas. La calidad final del vino depende de numerosos factores: temperatura ambiente, humedad, calidad de la uva, procedimiento de la vendimia, etc.
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